Abu Simbel es una de las construcciones más espectaculares y asombrosas del antiguo Egipto. El poderoso Ramsés II quiso dejar el símbolo de la autoridad del faraón en este lugar situado entre la primera y la segunda catarata del Nilo.
Abu Simbel representa el gran interés que siempre tuvieron los faraones por controlar y dominar el territorio del reino de Cush o Nubia. De aquí extraían tributos, oro y otras materias primas esenciales como la diorita, piedra muy dura que utilizaban para tallar otras rocas y para construir los obeliscos.
El redescubrimiento de Abu Simbel
Como muchas otras construcciones egipcias, la arena del desierto ocultó y preservó estos templos durante siglos. En marzo de 1.813 el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt encontró por casualidad sobre la arena restos del templo. Intentó excavar para llegar a la entrada, pero no lo consiguió. Más tarde le contaría a su amigo Giovanni Belzoni su hallazgo y sería este quien regresó en 1.816 para excavar. Las trabas y obstáculos que le presentaron los jefes locales y los trabajadores, le dejaron sin recursos y le obligaron a marcharse. Al cabo de un año regresó. Era el verano de 1.817 y por fin, el 1 de agosto de 1.817 consiguieron despejar la puerta de entrada entrar y admirar las maravillosas esculturas del interior.
Aunque solo habían desenterrado dos de los colosos de la entrada, el descubrimiento estaba hecho. Sus relatos y sus dibujos del interior convirtieron Abu Simbel en el destino preferido de los viajeros europeos.
La fachada del templo poco a poco iría saliendo de la arena y en 1.822 el alemán Franz Gau ya realizó dibujos con los cuatro colosos al descubierto.
El templo de Ramsés II en Abu Simbel
La fachada
Para afianzar su autoridad en la lejana región de Nubia, los faraones de la XIX dinastía construyeron numerosas fortalezas y templos. Ramsés II levantó siete templos, dos de los cuales se cuentan entre los más hermosos de todos: el suyo de Ramsés II y el de su bella esposa Nefertari.
Abu Simbel se encuentra a unos 360 km al sur de la isla de Elefantina, en la frontera sur de Egipto.
Ambas construcciones son speos, es decir templos excavados en la roca con una fachada imponente. Sobrecoge contemplar los cuatro colosos del faraón Ramsés II, de más de 20 metros de altura. El faraón aparece sentado, vestido con el faldellín y tocado con el nemes alrededor del cuello y sobre la cabeza. Tiene el ureus en la frente, el emblema protector de la cobra que solo los faraones podían llevar. Completan sus atributos la barba postiza, la doble corona del Alto y el Bajo Egipto, un pectoral y brazaletes en los que figuran cartuchos.
En el remate superior de la fachada, las estatuas de 32 babuinos. Los egipcios consideraban que los aullidos que estos animales proferían a la salida del sol, eran un tributo homenaje al dios Sol.
Los babuinos descansan sobre una cornisa que muestra 14 cartuchos reales flanqueados por cobras protectoras. Bajo esta cornisa están grabados los títulos del rey colocados de forma simétrica.
Entre las piernas de los colosos vemos 12 estatuas pequeñas que representan a varios miembros de la familia real, entre ellas, su esposa Nefertari y su madre Mut-Tuya. En los laterales de este trono y justo a los lados de la puerta, se muestran hileras de prisioneros atados, nubios a la izquierda y asiáticos a la derecha, mirando la puerta de frente.
Bajo los pies de las colosales estatuas, varios relieves grabados. Uno de ellos narra la paz sellada con los hititas mediante el matrimonio de Ramsés II con una de sus princesas.
La terraza inferior se cierra con una balaustrada realizada con estatuas de Ramsés II alternadas con figuras del dios halcón Horus. Más abajo, dos pilas para los rituales de purificación flanquean una pequeña escalera central que da acceso a la terraza y a la puerta de entrada.
En el centro, sobre la puerta de entrada, un nicho rectangular con la estatua del dios Re-Horajti y a los lados, dos imágenes del rey grabadas en huecorrelieve rindiendo homenaje y adoración al dios.
Las medidas del templo son impresionantes. No nos hacemos idea del inmenso trabajo que supuso realizarlo. Solo la fachada tiene 33 metros de altura, 38 metros de ancho y 10 de profundidad. A todo ello hay que sumarle los 60 metros excavados bajo la montaña.
El interior del templo de Ramsés II en Abu Simbel
Aunque excavado totalmente en la roca, esta construcción contiene todos los elementos típicos de los templos egipcios: la fachada, que equivale al pilono de entrada, dos salas hipóstilas con columnas, salas laterales con diversos usos, y un vestíbulo que precedía al sanctasanctórum.
La primera sala hipóstila equivaldría al patio con columnas. Las dimensiones son enormes. Tiene 18 metros de profundidad por 16’5 de ancho y una altura de 10 metros. Ocho colosales estatuas osiríacas de Ramsés II, cuatro a cada lado delimitan el pasillo central. Las de la izquierda lucen la corona blanca del Alto Egipto y las de la derecha, la doble corona. En las paredes los relieves reproducen las hazañas del faraón, especialmente la famosa batalla de Qadesh contra los hititas.
Esta batalla que prácticamente terminó en tablas no supuso una clara victoria para ninguno de los contendientes, incluso estuvo a punto de terminar en desastre para los egipcios. Sin embargo Ramsés II se ocupó de venderla como un enorme triunfo personal sobre el enemigo hitita. Tanta importancia le dio, que estos hechos aparecen representados en el pilono del templo de Luxor, en la sala hipóstila del templo de Karnak, en el Rameseo y en otros lugares.
En el techo la diosa buitre Nejbet despliega sus alas y su protección sobre los colosos.
La segunda sala hipóstila, más pequeña, está decorada con imágenes del rey abrazado por los dioses y también realizando ofrendas y adoraciones. Tras esta sala, un pequeño vestíbulo en el que se encuentra la entrada al sanctasanctórum.
El sanctasanctórum es el lugar más mágico de todo el complejo. Las dimensiones se han reducido mucho, solo 7 metros de profundidad por 4 de ancho. En la pared del fondo, cuatro estatuas sentadas sobre un banco de piedra. De izquierda a derecha son Ptah, Amón, Ramsés divinizado y Re-Horajti con cabeza de halcón, y el disco solar con la serpiente. Sobre sus cabezas, grabados en la pared están escritos los nombres de las cuatro divinidades.
Dos veces al año, hacia el 20 de febrero y el 22 de octubre, se produce el espectacular fenómeno del sol que penetra en el templo hasta esta pequeña sala e ilumina el hombro derecho de Re-Horajti y las estatuas centrales de Amón y Ramsés. El dios Ptah, a la izquierda queda en penumbra, no en vano era el dios del inframundo y la oscuridad.
Los templos de Tot y el santuario solar
A ambos lados de la fachada, pero fuera de esta, construyeron dos santuarios también excavados en la roca. En la parte izquierda, al lado sur de la fachada, el santuario está dedicado al dios de la sabiduría, Tot. Al otro lado, un segundo santuario, en este caso solar. Desde aquí sale un muro de adobe que separa el templo de Ramsés del templo de Nefertari.
Templo de Ramsés II en Abu Simbel
El templo de Nefertari en Abu Simbel
Cómo es la visita real a Abu Simbel en un pack crucero por el Nilo
La distancia desde Asuán es de 288 km que se pueden hacer en autobús en 3:30 horas. Sin embargo, por mucho que madrugues, hay que pasar unos controles y esperar para salir en convoy un cierto número de autobuses, pues estamos en temporada alta.
Tuve la ocurrencia de anotar las horas y al final el trayecto en bus fue desde las 2:30 hasta las 6:45, o sea 4 horas y cuarto. Este fue en detalle nuestro recorrido.
- 2:15 Vestíbulo del barco, punto de encuentro preparados para salir.
- 2:30 Subimos al bus
- 2:45 Control policial de cada vehículo.
- 2:50 Parada larga esperando que termine el control policial para salir todos los autobuses a la vez
- 3:30 Salimos después de 40 minutos de parada.
- 3:45 Pasamos por la presa
- 3::55 Control policial rápido
- 5:50 Otro control policial rápido
- 6:30 Llegada al aparcamiento en Abu Simbel
- 6:45 Entramos al recinto para comenzar la visita a los templos
- 8:00 Subimos al autobús para volver al barco
Al final, después de levantarse a la 1:30 de la mañana, solamente tuvimos 1 hora y cuarto para visitar los dos templos. Y menos mal que nos tocó un guía «experto» que nos hacía salir una media hora antes que los demás grupos en todas las excursiones. De esa forma no tuvimos que hacer casi cola para entrar a los templos, apenas 10 minutos. Cuando nos íbamos las colas se habían alargado de una forma terrorífica.
En resumen, si tuviera que buscar un viaje a Egipto hoy, trataría de que Abu Simbel tuviera más tiempo, por ejemplo llegando a Asuán en avión y pasar allí una o dos noches. Hay muchas opciones, pero el tiempo invertido en el viaje en autobús, a mi entender, es demasiado.