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La Plaza del Cristo de los Faroles es una plaza muy bonita y peculiar, bastante cerrada por las casas que la rodean. La plaza está flanqueada por la Iglesia Hospital de San Jacinto, la Iglesia Conventual de Santo Ángel que contiene su interior la venerada Virgen de La Paz y Esperanza. El otro edificio que conforma la plaza es el convento de las Hermanas de la Cruz.
Su nombre oficial es Plaza de Capuchinos. Lo de llamar a la plaza y al monumento como Cristo de los Faroles se lo puso el pueblo, evidentemente por los ocho faroles que iluminan y le dan ese ambiente misterioso y mágico durante la noche. La escultura la hizo en piedra en el año 1.794 el escultor Juan Navarro León con el nombre de Cristo de los Desagravios y Misericordia.
Esta plaza era originalmente un patio interior del convento de Capuchinos y conserva el pavimento empedrado original, lo que le añade otro toque a ese especial encanto que transmite el lugar. Durante la desamortización del siglo XIX quedó como lugar de paso y comunicación entre dos barrios muy populares de Córdoba.
Para darle más atractivo, esta plaza cuenta también con su fantasma y con su leyenda particular. Dicen que hay quien ha visto a medianoche la figura de un hombre encapuchado acercarse al Cristo por la Cuesta del Bailío sin tocar el suelo. Allí se arrodilla a sus pie, susurra en voz baja unas palabras que nadie ha conseguido entender y después desaparece.
Parece ser que una noche reveló su identidad a las personas encargadas de cuidar el monumento y desde entonces nadie ha vuelto a verle. Se trataría de un soldado del rey a quien unos bandidos asaltaron y dieron una terrible paliza. Estaba a punto de morir cuando recobró el sentido a los pies del Cristo de los Faroles. Será difícil, pero si te acercas de noche, no dejes de buscar a esta alma agradecida. Seguro que no te hace ningún mal.