Día 4: Buscando a Don Quijote en…

Tomelloso • Argamasilla de Alba • Manzanares • Castillo de Berenguela • Almagro

En nuestra ruta del día 4, abandonamos nuestro alojamiento en Ruidera (Ciudad Real) con destino a Almagro (Ciudad Real), pero hasta allí, fuimos visitando todo lo que nos venía al paso.

En Tomelloso (Ciudad Real) vimos la Posada de los Portales, y ya que estamos en la plaza principal, fotografiamos la iglesia de la Asunción del siglo XVI y el Ayuntamiento.

En Argamasilla de Alba (Ciudad Real), vimos la Casa y cueva de Medrano, el cuadro exvoto de Don Rodrigo Pacheco, que está en la Iglesia de San Juan Bautista, que pone “… y noche de un gran dolor que tenía en el celebro (cerebro) de una gran frialdad que se le cuajó dentro”. También vimos la Botica de los Académicos una asociación cervantina que se hizo llamar igual que en el Quijote, «los académicos de Argamasilla» y que se reunían en una botica a hablar del tema. Muy relacionado con Argamasilla está Azorín, que escribió «La ruta de Don Quijote» cuando fue enviado a la zona por su periódico «El Imparcial» para conmemorar el III Centenario de la aparición de la primera parte del Quijote. ¿Qué más? Pues, paseo por la plaza para ver las estatuas que hay de los personajes del Quijote, Cervantes, y luego nos llegamos hasta el Pósito de La Tercia y el Pósito Real.

Pasamos por Manzanares (Ciudad Real), que Lope de Vega decía aquello de «Que de Manzanares era la niña, y el galán que la lleva, de la Membrilla». Vimos la iglesia de Nuestra Sra de la Asunción, el Castillo de Pilas Bonas, de la orden de Calatrava y paseamos por el casco antiguo con sus casa blasonadas.

Nuestra última parada es en Bolaños de Calatrava (Ciudad Real) para ver el Castillo de Doña Berenguela y Ermita de San Cosme y San Damián.

Llegamos por fin a nuestro destino en Almagro (Ciudad Real) y rápidamente nos ponemos a pasear por esta ciudad castellana tan bonita, y empezamos, como no, por su Plaza Mayor cuyas galerías acristaladas se deben a la influencia de los Fúcar, castellanización del apellido flamenco Fugger, o sea los banqueros que habían prestado dinero al emperador Carlos V, para que consiguiera su ansiado título de emperador y que agotó las arcas del estado. A estos Fugger se les había arrendado las minas de azogue de Almadén como privilegio por el apoyo económico de la banca familiar durante las guerras de Europa.

Paseando por la Mancha buscando a Don Quijote