El Cairo: Pirámides de Giza

Las pirámides de Giza son la única de las siete maravillas de la antigüedad que aún se conservan en pie. El espectáculo es impresionante. Admirarlas desde la distancia te provoca maravilla y estupefacción, pero colocarse a sus pies y levantar la vista hacia su cúspide, resulta sobrecogedor.

Las pirámides de Giza

En la necrópolis de Giza se encuentran las tres principales construcciones, Keops, Kefrén y Micerinos y tres pirámides más pequeñas llamadas las pirámides de las Reinas.

Keops

La pirámide de Keops es la más grande y la más alta con 140 metros. Sus lados tienen 230 metros, por lo que si te permitieran rodearla, tendrías que prepararte para un paseo de casi 1 kilómetro. Sus más de 2 millones de bloques de piedra de varias toneladas de peso cada uno hacen que haya iluminados que han atribuido su construcción a extraterrestres o a una supuesta civilización más avanzada que la nuestra que desapareció. Cuentos de charlatanes, que increíblemente siguen difundiendo estas ideas. No, nada de aliens ni Atlantes. Fue el trabajo duro y la increíble organización de los egipcios del 2.550 a. C. quienes lo hicieron.

Kefrén

Aunque a la vista, la pirámide de Kefrén parece más alta que la de su padre Keops, no lo es. Simplemente la mandó construir sobre un terreno más elevado, pero no llega a los 140 metros de altura que alcanza la de Keops. También es la más vistosa porque todavía conserva parte del revestimiento de piedra caliza blanca en la parte superior.

La levantó Kefrén, el hijo de Keops hacis el 2.520 a. C. y se supone que tal vez también hizo levantar la misteriosa esfinge. De hecho una calzada procesional unía en línea recta la pirámide de Kefrén con el templo del Valle que hay frente a la esfinge.

Como había leído el libro de Tito Vivas, «El viaje de un egiptólogo ingenuo«, pedí permiso a los vigilantes de la caseta de entrada a la pirámide para buscar los canales de nivelación del terreno con agua. Con su consentimiento me dirigí hacia el extremo noroeste, a la derecha de la caseta. Buscaba esos canales que forman cuadrados perfectos. Llenándolos de agua conseguían nivelar el terreno de roca sobre el que construir la pirámide.

Salté la cuerda que hace de barrera y me apresuré hacia allá antes de que se arrepintieran. No había llegado a la mitad de camino cuando escuché varios pitidos y vi a un guardia que con su arma colgada al hombro me hacía señas y se dirigía hacia mí. «Hasta aquí hemos llegado», pensé, pero el buen hombre simplemente estaba buscando su propina. Me acompañó hasta el final y no solo me mostró la cuadrícula perfecta en el suelo con sus canales de agua, sino que también me hizo fotos e incluso me indicó los cartuchos de los faraones y los jeroglíficos que hay en la pared del muro que encierra esa parte. Me dijo que eran de Keops y Kefrén.

Micerinos

La más pequeña de las tres, tiene sin embargo, unos impresionantes 66 m de altura y 100 m de lado, la construyó Micerinos hacia el 2.490 a. C.

Las pirámides de las Reinas

Junto a la pirámide de Keops se levantan tres pirámides pequeñas llamadas las pirámides de las Reinas. Una pertenece a la reina Heteferas, esposa de Sneferu y probablemente madre de Keops. Hoy en día es tres veces más baja de su altura original que alcanzaba los 30 metros. Al igual que las grandes, tiene un corredor que llega hasta el centro y luego gira a la derecha hasta una pequeña cámara funeraria. No se encontró ningún sarcófago, aunque sí que apareció una caja canópica de alabastro y frascos que contenían las vísceras extraídas en el proceso de la momificación.

La segunda pertenece a la reina Meritetes, la madre de Djedefre y alcanzaba los 30 m de altura.

En tercer lugar la de la reina Henutsen, situada más al sur, una mastaba de tres escalones.

Entrar o no entrar a las pirámides de Giza

El recorrido por los pasadizos del interior de cualquiera de las pirámides de Giza es estrecho, pero sobre todo, muy bajo. Hay que caminar bastante rato medio agachado o en cuclillas.

Yo entré a la segunda de las pirámides de Giza, la de Kefrén. Muchos te dicen que dentro de la pirámide no hay nada y que no vale la pena entrar para ver un sarcófago vacío. Sin embargo, sí que hay mucho que ver. Nada menos que el interior de una colosal pirámide construida hace miles de años. Ves el enorme ingenio, el esfuerzo, el trabajo y las creencias de los antiguos egipcios. Allí, en la estrechez y la semioscuridad de los corredores vas avanzando lentamente hasta que llegas al corazón de la pirámide donde se encuentra el sarcófago. Para mí, poder vivir todo eso resultó extraordinario.

La experiencia fue una visita realmente bonita y satisfactoria. La sensación de recorrer esos pasadizos construidos hace miles de años te resulta muy gratificante, incluso emocionante si consigues olvidar un poco las multitudes que te acompañan.

Sin embargo, si no estás en forma, como me ocurre a mí, al día siguiente sufrirás unas terribles agujetas en los muslos. Si pretendes entrar al corazón de estos monumentos, un consejo, practica sentadillas durante quince o veinte días antes.