Categoría: islas
La isla de Antíparos es una pequeña isla al lado de Paros. Fuimos a conocer su cueva, sin embargo lo que más nos gustó fue su tranquilidad, pasear, tomar un vino blanco frente al mar y sentir que el tiempo no existe.
Antíparos es la hermana pequeña de Paros. Se llega desde allí en un Ferry que tarda solamente 10 minutos desde Pounta en el oeste de Paros. Hay también ferries desde Parikia que tardan media hora y quien decide alquilar una moto náutica como taxi. Cuando nosotros fuimos, el billete se sacaba a bordo del barco y no se podía pagar con tarjeta, solo en efectivo.
El pueblo principal en Antíparos es Chora, con apenas 400 habitantes. Es solamente un puerto con una calle peatonal que desemboca en dos plazas unidas por un arco. La primera plaza tiene numerosos cafés y la preside un gigantesco eucalipto, mientras que la segunda tiene la forma de un antiguo kastro con un aljibe en el centro. Aquí en Chora se concentra toda la actividad y la animación turística de la isla.
Cueva Spileo en la isla de Antíparos
La Cueva de Spileo está en colina Ai Yiannis, a unos 8 km de Chora. Nosotros fuimos en coche alquilado en Chora, pero se puede ir andando en un recorrido de una hora y media.
Esta cueva ya era conocida por los habitantes de Antíparos desde el tiempo de Alejandro Magno. Sin embargo, parte de la gruta fue redescubierta en 1.673 por el Marqués de Nointel, que llegó a ser embajador francés en Constantinopla.
La enorme estalagmita de la entrada es la más antigua de Europa de hace unos 45 millones de años. Tiene una profundidad superior a 100 metros y para visitarla hay que recorrer una estrecha escalera de 411 escalones de bajada… ¡y de subida!
Después de siglos de expolio, no queda una estalactita que no haya sido rota quizás para llevarse un turístico recuerdo o hacer una lámpara para enseñar a los amigos. Una gran falta de respeto a un entorno maravilloso creado por la naturaleza. Teniendo en cuenta que se requieren entre 80 y 120 años para crear un centímetro de estalactita, me temo que la cueva ya no tiene remedio en nuestras manos. ¡Hasta el mismísimo Lord Byron grabó su nombre en una de las paredes. Lo que fue y sigue siendo gamberrismo, aunque se trate de Lord Byron!
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