Long’uro, el elefante sin trompa

Hoy vamos a conocer a Long’uro, el elefante sin trompa. Unas hienas se la comieron cuando cayó a un pozo, tenía un mes… es un superviviente que vive feliz en el Santuario de Elefantes de Reteti. Conoceremos también al resto de elefantes que son alimentados allí y la fantástica labor que se realiza en esta asociación. Los elefantes que pueden, son reinsertados en la naturaleza.

Jambo Afrika… un amanecer maravilloso… impresionante. Los colores de África quedarán siempre en mi memoria. La foto está tomada detrás de la tela metálica de la «tienda de campaña», nuestra fantástica habitación.

 

Como estamos dentro de un Reserva, este tipo de alojamientos están diseñados para minimizar el impacto ambiental. Se integran con el entorno natural y están construidos bajo estrictas normativas de sostenibilidad.

 

Este es un Ibis Hadada, su nombre viene del sonido que emite fuerte y distintivo que suena como «haa-haa-haa-de-dah», lo escuchábamos al amanecer y al anochecer. Pasea libremente por el entorno, así como diferentes tipos de monos, o cualquier otro animal que se quiera acercar. Por eso siempre hay guardianes vigilando que no vengan «a comernos».

 

Cogiendo energía para el día… vamos al Santuario de Elefantes de Reteti, está más al norte, Google no me ha sabido mostrar el camino ¿? pero tardamos unas 3 horas, hay buena carretera casi todo el tiempo y vimos una montaña sagrada.

 

Esta es la montaña sagrada O’lolokwe, mucha gente sube hasta la cima, e increíblemente se encuentra en la ruta migratoria de los elefantes, pero nosotros… creo que lo dejaremos para mejor ocasión.

No tienes más que mirarla para darte cuenta que es un lugar especial de la tierra y los samburus lo saben. Acuden a pedir lluvia y salud para el ganado, está relacionada con la vida de sus antepasados, con las ceremonias para celebrar la transición de la adolescencia a la edad adulta…

No puedo imaginar por dónde van los elefantes, pero van…

En el 2021 una elefanta llamada Naisula, que llevaba un collar de rastreo y pertenecía al grupo Samburu Ladies, ascendió la montaña sagrada de O’lolokwe en el norte de Kenia, que se eleva a casi 2.000 metros sobre el nivel del mar.

Pasó un mes en la cumbre de esta imponente montaña, una hazaña notable ya que, aunque los elefantes han escalado O’lolokwe antes, es la primera vez que se registra y se sigue su recorrido de cerca monitorizado. La montaña, conocida por sus bosques y cascadas, proporciona abundantes recursos que permiten a los elefantes vivir allí cómodamente.

La travesía, desafiante incluso para humanos, es aún más impresionante considerando el tamaño y peso de Naisula. Esta extraordinaria aventura subraya la fortaleza y resistencia de los elefantes.
Fuente: https://www.facebook.com/savetheelephants.kenya

 

La Reserva Nacional de Samburu tiene un paisaje árido y una tierra roja característica, se encuentra a lo largo del río Ewaso Ng’iro, que es la principal fuente de agua en esta región desértica y crea un contraste sorprendente con el entorno seco que la rodea.

 

Vemos muchos niños de esta edad, no sé ¿diez años? que son los que cuidan el ganado. No los quisimos fotografiar para que no se acostumbren a ser souvenir, solo un par de ellos salieron casi de casualidad en la foto. Se me partía el alma pensar las horas que pasan solos en esta naturaleza tan agreste. Se acercan al coche y no te piden caramelos o dinero, te piden… «water»… agua.

 

La tierra roja de Samburu es rica en óxido de hierro que añade ese color especial al paisaje. Este suelo rojizo, en combinación con el verde de la escasa vegetación y el azul del cielo despejado o con preciosas nubes blancas, crea una paleta de colores que hace del paisaje de Samburu algo único e impresionante. Delante vemos un termitero y detrás las casas samburu, se puede apreciar que el poblado está rodeado por un cerco de espinos para protegerse de los animales.

 

Por la altura de las personas te das cuenta que las casas son muy bajas. La mujer lleva los collares samburu con forma de pectoral. Están hechos de cuentas coloridas y son símbolo de identidad y estatus. Los colores de las cuentas tienen significado, el rojo representa la valentía y el ganado, muy importantes en la vida de los Samburu, el blanco simboliza la pureza y la leche, y el azul representa el cielo. El diseño de los collares indica el estado social de la mujer y los llevan en su vida diaria aunque en las ceremonias adquieren mayor relevancia.

 

En Kenia hemos visto muchísimo ganado en todas las zonas, muchas veces cuidados por niños muy pequeños. De hecho la alimentación de los Samburu y los Masái se basa en productos del ganado. Consumen principalmente leche y sangre, y la carne está reservada para ocasiones especiales o cuando el animal deja de dar leche. Los samburu también tienen camellos.

Ambas etnias son principalmente pastores, y guerreros por supuesto. Los guerreros cuidan el poblado para que no ataquen los depredadores al ganado o a la gente. Los guerreros han sido educados durante muchos años, son valientes, serenos y tienen un porte especial al caminar, lo emanan.

 

Ya hemos llegado a Reteti, salimos sobre las 8h. del Camp y hemos llegado a las 11h. Este santuario está un poco alejado de las rutas turísticas y es algo difícil llegar hasta él, pero la labor que hacen es impresionante, así que lo recomendamos totalmente. Con tu entrada, apoyas la causa y si les compras luego algo, o donas la leche para un biberón ($10). La calidad humana que tienen los cuidadores de elefantes se siente, se nota en el amor con que los alimentan como a los bebés, cada 4 horas, biberón. Bueno, son bebés.

 

No sé si te has dado cuenta, pero… hay varias jirafas paseando muy cerca de nosotros… están libres, vienen y van por donde quieren… y me miran de reojo.

 

Dorothy, una de las cuidadoras de los bebés elefantes nos explica con detalle cómo funciona este centro de recuperación de elefantes, de animales abandonados o heridos. Primero nos muestra el proceso de preparación de la leche. Enriquecen la leche de cabra con coco, miel y vitaminas naturales que extraen de plantas locales. Después la distribuyen en biberones gigantes de 2 litros con unas enormes tetinas de goma. Reteti emplea a 1.200 mujeres de la aldea que han estado suministrando leche de cabra y a las que les ha cambiado la vida, al tener acceso a dinero, a una cuenta corriente y a gestionarlo y darle una mejor educación a sus hijos. Ha sido un salto de gigante.

 

Reteti acoge a crías de elefante huérfanas y abandonadas con el objetivo de devolverlas a las manadas salvajes adyacentes al Santuario. Los elefantitos, cuando saben que es la hora del «bibe» acuden, unos porque lo saben en su cabeza, otros porque lo notan en su estómago, otros por el ruido especial que hacen los cuidadores cuando preparan los biberones y notan las vibraciones en el suelo. El caso es que a su hora, van entrando en fila al recinto.

Dorothy nos cuenta cómo a los más pequeños los alimentan las 24 horas del día, cuando la cría lo pide, porque lo necesita. Cuando ya tienen bastantes fuerzas, puntualmente cada cuatro horas.

Nos muestra una pizarra con todos los nombres de los elefantes que han pasado por Reteti. En ella leemos mucha información, como el motivo de su rescate. También vemos cuándo los devolvieron a la naturaleza, la mayoría con sus familias y otros con grupos que los aceptaron.

Al preguntarle cómo podían ellos conocer las familias de estos bebés después de varios años, nos sorprendió diciéndonos que son los propios elefantes quienes les dicen a ellos cuál es su familia. Ellos solo tienen que transportar al animal a la zona donde lo rescataron. Cuando una manada de paquidermos se acerca, ellos son capaces de comunicarse incluso mediante los golpeteos y roces de sus patas en el suelo. Contaba emocionada cómo al reconocerse salían corriendo a encontrarse. Realmente impresionante. Y Dorothy es una persona muy especial.

 

Pues sí, hay varias jirafas reticuladas que vienen porque se sienten a gusto en el recinto. Algunos cuidadores cogen el fruto de las acacias y se lo dan de comer en la mano y a ellas les encanta. En el suelo hay muchos de esos frutos, pero como son tan altas, les cuesta recogerlo.

Dorothy nos muestra cómo dar de comer en la mano a las tres jirafas que se pasean por allí. Son completamente salvajes, vienen por los frutos de la acacias que para ellas son como golosinas. Recogemos un puñado del suelo y enseguida se acercan y las comen delicadamente de nuestras manos, rozándonos apenas con sus enormes labios. Nunca hubiera imaginado poder disfrutar de semejante experiencia.

 

Emilio se hizo su amigo enseguida, incluso se dejaba acariciar aunque no le gustaba mucho. A mí me costó un poco más vencer el miedo, nunca pensé que le daría de comer a una jirafa en mi mano. Solo coge lo que tienes en tu mano con una gran delicadeza, ni siquiera te tocan con la lengua, son precisas.

 

Las jirafas tienen una gran lengua azul que mide hasta 50 cm., les gusta comer las hojas de acacia, sus flores y frutos. Las ramas de acacia están cubiertas de espinas pero la longitud y flexibilidad de su lengua le permiten arrancar las hojas de las ramas espinosas sin lastimarse.

 

La Ardilla Africana de Matorral, el fruto que lleva en la boca es lo que le gusta a las jirafas, una especie de vaina con semillas dentro.

 

Vemos a un Toco Piquirrojo, este pajarito que emite un sonido dramático ‘in crescendo’ como en una película de terror… pues ahora está callado y el drama lo tiene el saltamontes.

 

El Agama Común o Lagarto de Fuego tiene escamas que brillan al sol con colores tornasolados, bien coloridos especialmente en época de apareamiento. Las hembras son más discretas, marroncitas. El macho dominante vive en grupo con algunas hembras y machos subordinados. Estos solo podrán tener acceso a las hembras si matan al dominante.

 

Ya empiezan a entrar por la puerta los bebés, entran en fila rápido, tienen hambre. Hay unos troncos que separan los elefantes de los cuidadores para frenarlos un poco porque van con tanto ímpetu que se llevarían al cuidador por delante. En cuanto tienen su biberón se van tranquilizando. Muchos lo toman ellos mismos con su trompa. La leche de los biberones se la compran a las mujeres samburu locales, con lo cual, toda la población local se beneficia de este santuario.

 

Los cuidadores tratan con muchísimo cariño a los elefantes, los llaman por su nombre, entablan conversación cuando les dan de comer y también le dan esos caramelitos, los frutos de la acacia que le gustan tanto. Dorothy lleva los bolsillos llenos.

 

Como siempre quieren más, hemos asistido a sus juegos con los cuidadores, especialmente con Dorothy con sus bolsillos llenos de frutos de la acacia. Hábilmente, con la trompa se los iban sacando del bolsillo o ella se los colocaba directamente en la boca. Realmente enternecedor contemplar la relación de familia que han establecido con sus cuidadores. Hay que destacar que todos ellos y ellas son locales samburu, lo cual conlleva una enorme concienciación de la población en el respeto hacia la fauna salvaje.

Los elefantes tienen muy buena memoria y nunca olvidan a quién lo maltrató, y estos elefantes vieron cosas en su infancia que les dejaron traumas, una de ellos, Shaba, vio como los humanos mataron a su madre delante de ella, y esos traumas tienen que ayudarles a superarlos. Tampoco olvidarán cómo los ayudaron en este Santuario cuando los reinserten en la naturaleza. Es muy emocionante.

 

Estos pequeñines son los más hechos polvo, tienen que ir a buscarlos porque están débiles y no tienen ni hambre. Mira las caritas, a veces las madres mueren, o se pierden o son separados de la manada por depredadores, o no pueden seguir el ritmo de la manada y se quedan perdidos… Son mimados especialmente hasta que vayan recuperando la fuerza.

 

Mira quién viene por ahí contento y feliz. Es Long’guro, el elefante sin trompa, un auténtico superviviente. Cuando tenía un mes, cayó a un pozo y las hienas se comieron la trompa, que es lo que sobresalía y el bebé daba gritos desesperados en la noche. Cuando lo encontraron estaba aterrado y en unas condiciones terribles, lleno de sangre. Al llegar a Reteti, una persona Mary Lengees se ocupó de él día y noche, curando sus heridas emocionales y físicas.

Long’uro ha hecho grandes progresos con sólo un tercio de su trompa. Ha aprendido a comer vainas de semillas del suelo con la boca y, más recientemente, a echarse agua encima con la trompa, imitando al resto de la manada. «Long’uro» es la palabra samburu que se usa para designar algo que ha sido cortado.

 

Dorothy parece una encantadora de elefantes y crea una relación mágica con ellos.

 

 

Long'uro, el elefante sin trompa

Sé que son muchas fotos, pero necesito compartirlas. Quiero que veas sus caras, sus comportamientos, que sientas lo que sentimos nosotros al ver esa relación tan especial con un animal. En este momento necesitan ayuda pero más adelante volverán a la naturaleza, recordando el bien que le hicieron los hombres.

Al final, juegos, empujones, amagos de peleas y entrelazamiento de trompas entre ellos. No puede faltar un revolcón en la pequeña charca de agua antes de irse otra vez por la puerta a la que volverán dentro de cuatro horas. Como dice Emilio: «Me parecía volver a estar en el patio del colegio viendo jugar a mis antiguos alumnos».

 

Pues ya estamos todos… las jirafas, los elefantes, cebras, ardillas, piquirojos y hasta gorrioncillos… todos a jugar.

Después de este experiencia tan especial, hemos comido aquí el picnic que hemos traído del hotel y nos hemos comprado camisetas y sombreros que tienen a la venta, para colaborar, aunque sea muy poco con las necesidades económicas del centro. Y con la economía de los poblados de alrededor, que también se benefician porque les compran la leche, y créeme, no tienen nada.

En su página hay más formas de colaborar, viendo una película muy bonita de Shaba, o donando «biberones»…
https://www.reteti.org/donate

Al volver hemos encontrado más niños pastores y les hemos dado nuestra botellas metálicas con agua, (plástico no) y algunas cosas que llevábamos preparadas en diferentes bolsas (de papel). Aunque creo que lo mejor es entregárselo a los mayores en los poblados porque sería una lástima que se acostumbraran a pedir como ha pasado en Marruecos o Egipto.

Hace algunos años estuvimos en Salta (Argentina), en los Andes hay zonas muy pobres. Llevábamos ayuda preparada pero tampoco se les dio a los niños, se entregó al maestro, y en el desierto de Merzouga también se le dio a la escuela. Evidentemente si te piden agua, hay que dársela. Es una situación muy difícil.