Subimos al mirador nada más llegar a Almería, en coche, porque luego meteremos el coche en un parking. Merece la pena, ves la Alcazaba y la ciudad a tus pies…
En época musulmana era conocido como Cerro de la Hoya y desde allí se vigilaba la entrada a la Alcazaba y el puerto. A finales del siglo XV, tras la conquista cristiana, se levantaron unas cruces monumentales para cristianizar el lugar, y se colocó la imagen de San Cristóbal, patrón de los viajeros.

Hoy hay una un Cristo Redentor de brazos abiertos protege Almería desde 1927. Se asocia a leyendas de peste y terremotos: cada vez que llegaba una desgracia, los vecinos subían en procesión hasta el cerro para pedir protección. En realidad el Cristo rompe un poco la silueta de la vieja muralla, pero así son las creencias.

Toda la subida es nueva, está casi recién inaugurado y lo han dejado muy bien. Se ve una preciosa panorámica de postal sobre la Alcazaba, el casco antiguo, el puerto y hasta La Chanca. Es un lugar para sentir el contraste entre la herencia andalusí y la fe popular que marcó la historia de Almería.
Allí está el Barrio de San Cristobal, humilde, sencillo, auténtico con sus casitas bajas y sus calles estrechas. Atravesamos el viejo arco de la muralla, lo hicimos con respeto, como el que entra en casa ajena y no quiere molestar, un barrio ajeno a rutas turísticas, donde los vecinos sacan sus sillas a la calle para tener las reuniones vecinales. Un barrio tan abandonado que no tiene ni autobús.
El tramo de muralla que abraza el Cerro de San Cristóbal forma parte del sistema defensivo islámico levantado durante el siglo XI, cuando Almería era una plaza estratégica del Califato de Córdoba y luego del Reino Taifa de Almería.
Se asocia especialmente al rey Jayrán, el primer rey taifa de Almería (1012-1028), que reforzó la Alcazaba y extendió sus murallas para proteger los arrabales extramuros: la Almedina, el Cerro de San Cristóbal y el puerto.



