1, Hofburg
El Palacio Imperial Hofburg, inmensidad de palacio, de habitaciones y de todo. Hay que elegir qué te apetece ver porque si lo ves todo acabas de emperadores hasta arriba. Nosotros vimos solo los apartamentos imperiales, mobiliario, usos y costumbres, cacerolas, platería, vajillas y cosas así. Todo muy sencillito y discreto. Desde una de las ventanas hice una foto dela plaza, es Michaelerplatz, me la imaginé nevada y pensé que era totalmente una tarjeta de navidad o el escenario de una peli de un cuento de Dickens, los caballos con sus mantas, el viejo café… acostumbrada a las arquitectura mediterránea, Viena resulta un escenario muy diferente.
La visita resulta amena, te van contando por el audio-guía trozos de historia e historietas y revives una época con su forma de vida y costumbres. Es curioso el gimnasio que tenía la emperatriz Elisabeth en sus habitaciones, los utensilios que utilizaba para obtener «zumo» de la carne y sus obsesiones alimenticias, sus vestidos, joyas, cosas de lavarse el pelo (tardaba un día), la sauna… una mujer muy moderna en algunas cosas pero ciertamente obsesiva y desequilibrada en otras. Francisco José le costeaba todos sus caprichos mientras ella vivía su vida por Korfú, París, Hungría… con sus amantes… Aunque su imagen está muy mitificada e idealizada, por lo menos no es la de las edulcoradas películas americanas de ‘Sissi emperatriz’.
Las habitaciones de Francisco José contrastan con las de Elisabeth por la austeridad con que vivía, una pequeña cama casi de campaña y un despacho en el que pasaba todo el día trabajando. Hay un patio interior con una estatua de Francisco I y cada ángulo tiene un estilo arquitectónico diferente.
Las vajillas, cuberterías, candelabros… son inacabables y verdaderas obras de arte, en cristal, orfebrería. Nunca pensé ver tanto cacharro junto. Tenían una vajilla de oro, pero si había que costear una guerra, la fundían y ya está. Me gustó la visita, muy entretenida. Por supuesto, no dejan hacer fotos en los apartamentos imperiales.