Originalmente Paseo de la Puerta de Guadix, oficialmente, Paseo del Padre Manjón, pero todo el mundo lo conoce como el Paseo de los Tristes. Este apodo se lo atribuyeron en el siglo XIX porque era el camino hacia el cementerio de San José y en ese recorrido, mucha gente despedía al cortejo fúnebre.
Los señores de Castril cedieron los terrenos en el siglo XVII para la construcción de este precioso paseo a lo largo del río Darro.
El recorrido por el Paseo de los Tristes es extremadamente agradable, todo lleno de tiendas y barecitos, flanqueando el río Darro y a los pies de la Alhambra. Un imprescindible para cualquier visitante en Granada.
Qué encontraremos en el Paseo de los Tristes
El Hospital del reuma
Este edificio abandonado se le conoce como la «Casa de las Muñecas» y también como «El Hospital del Reuma«. En 1.910, valorando el privilegiado enclave del lugar, en medio de una frondosa vegetación, con unas vistas espectaculares a la Alhambra, alguien decidió construir un precioso hotel que se llamó, como no podía ser de otra manera, Hotel Bosques de la Alhambra. ¿Por qué no funcionó el negocio? Pues porque el lugar es mágico, pero es demasiado húmedo y lógicamente la gente dejó de ir.
Más tarde a otros iluminados se les ocurrió construir ahí un hospital. ¡Pobres enfermos! Lógicamente también fue abandonado por la excesiva humedad del lugar.
Esperándola del Cielo
En la esquina de este majestuoso palacio del siglo XVI, la Casa de Castril, vemos un balcón tapiado y encima la leyenda grabada en la piedra: «Esperándola del cielo».
Cuenta la leyenda que Hernando de Zafra, secretario de los Reyes Católicos, tenía una hija muy hermosa, Elvira, la cual, con ayuda de uno de sus pajes mantenía relaciones amorosas en su cuarto con un joven, Alfonso de Quintanilla, que era hijo de uno de los enemigos de su padre.
Descubiertos los amantes in fraganti, Hernando de Zafra se dispuso a colgar al joven enamorado del balcón. El paje mientras tanto pedía misericordia y clemencia, pero viendo la determinación del señor, exclamó: «Colgado quedarás, esperándola del cielo«.
Dicho y hecho. Se cuenta que Hernando de Zafra hizo tapiar el balcón y grabar esas palabras en la piedra como advertencia a todos aquellos que pretendiesen menoscabar la honra de su hija a la que encerró en sus aposentos. No pudiendo soportar tan cruel confinamiento, la joven se quitó la vida y se envenenó.
Información tomada de cuevas.org
Pero no termina ahí la cosa porque el conde de Zafra, un descendiente de Hernando, falleció un 4 de marzo de 1.600 y su cadáver fue expuesto en los bajos de la Casa de Castril. Cuenta el informe de la Audiencia Territorial de Granada que
«el desbordamiento del río fue en torno a 18 metros y que, cuando una lengua de aguas bravas abatió los bajos de las casas y de los conventos, Don César de Zafra, de cuerpo presente, fue abrazado por la riada y se lo llevó arrastrado y su cuerpo, ante la cantidad de agua, tierra y árboles arrancados, nunca fue localizado, por lo que no recibió sepultura, aunque sí tendría una misa, cuando se dio por concluida la búsqueda infructuosa del cuerpo del noble».
Por este motivo todavía hoy en día, cuando cae una gran tormenta, en Granada se dice: «Llueve más que cuando enterraron a Zafra».
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