La región de Shirakawa go, en el valle del río Shogawa, alberga pueblecitos que han conservado su aspecto antiguo de la época Edo. Uno de los pueblos más famosos de la zona es Ogimachi, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. El autobús nos ha traído desde Kanazawa en una hora y 40 minutos.
Es una de las zonas más visitadas de Japón, especialmente en invierno cuando la nieve lo cubre todo, lo que unido a la iluminación de las viviendas, dan al paisaje un aspecto mágico.
Ogimachi es muy pequeño. Hemos tenido solo dos horas para verlo, pero ha sido suficiente. Hemos paseado por sus calles admirando estas peculiares construcciones.
Paseamos por sus calles y nos adentramos un poco en el fantástico bosque de enormes pinos y hayas que lo flanquea por el lado que asciende a la montaña. El aire que se respira es maravilloso y fresco.
Nos tomamos un helado que nos sabe a gloria y admiramos el montón de nieve de más de dos metros de altura que aún, a finales de abril, se mantiene blanco en la plaza principal.
Casa museo Nagase
Entramos en una de las casas que se pueden visitar, la Casa Nagase, uno de los ejemplos más destacados de la arquitectura Gassho-zukuri. Esta casa tiene más de 300 años y ofrece una visión de la vida tradicional en la región.
Tras quitarnos los zapatos, como es la costumbre, hemos recorrido la planta baja y hemos ido subiendo a las plantas superiores que van estrechándose por la forma del tejado.
En el espacio del tejado hay tres niveles repletos de utensilios, aperos y todo tipo de cacharros y herramientas que utilizaban para los trabajos del campo. Es un museo etnográfico que nos muestra cómo vivían aquí hasta no hace muchos años.
En la planta más alta, todo lo necesario para la cría del gusano de seda y la elaboración de la misma.
Una arquitectura muy especial
Sus famosas casas con tejados cubiertos de paja y una fuerte inclinación de 60 grados a dos vertientes están diseñadas para resistir las grandes nevadas del invierno. Se llaman gassho zukuri y significa: «construido como las manos en una oración» porque los tejados recuerdan la posición de las manos de los monjes cuando rezan. La mayoría de estas casas eran granjas en las que vivían familias de más de veinte personas y tenían varios pisos para acoger vivienda y lugar de trabajo. La planta superior solían dedicarla a la cría del gusano de seda, lo cual reportaba importantes ingresos a la familia.
Muchas de estas construcciones tienen más de dos siglos de antigüedad. Aún hay algunas usadas como viviendas, pero la mayoría son museos, restaurantes o las típicas posadas llamadas ryokan.
Ayuda mutua
En la zona de Shirakawa go siempre ha estado presente la filosofía del yuimaru, o sistema de y cooperación y ayuda entre todos los habitantes del pueblo. A estas casas hay que cambiarles el techado más o menos cada 30 años. La solución adoptada es simple y a la vez muy sabia. Todos los que pueden, ser reúnen y ayudan en la tarea. Saben que cuando ellos lo necesiten, tendrán el mismo apoyo de sus vecinos.
La guía nos señala unas flores. Son los lirios llamados Spider lily, que son venenosas y aquí las han utilizado para evitar plagas de roedores.
Nos ha encantado la aldea de Ogimachi en Shirakawa go. Ahora nos vamos a Takayama.