Villa Jovis

CapriLos FarallonesGrotta Azzurra • Villa Jovis

En lo alto de la isla, a 334 m de altitud, el emperador Tiberio se hizo construir un fabuloso palacio de más de 7.000 metros de superficie que utilizó durante su supuesto retiro desde el 26 al 37 d. C. Las vistas desde aquí son sublimes: las islas de Isquia y Prócida, la Bahía de Nápoles, la península de Sorrento y el Golfo de Salerno. Para quitar el hipo.

Empezamos la ‘dura’ ascensión hacia la Villa Jovis, casi una hora bajo un sol de justicia… al final conseguimos vislumbrar la estatua de una virgen en lo alto, aunque al principio pensamos que eran… alucinaciones del camino y el sol. ¡Lo conseguimos! Sí, existe Villa Jovis. Nos reponemos un poco con los espectaculares paisajes que se ven desde este punto que posiblemente es el más alto de la isla. Si puedes evitarlo, no subas a las dos del mediodía, después de comer y en Julio. Nos acordamos muchas veces de Tiberio aunque imaginamos que él no habría tenido estos problemas pues lo subirían los esclavos en litera.

Desde luego Tiberio eligió bien el sitio. Está muy derruido pero te puedes imaginar las características de la casita. Termas, barrio de la servidumbre, barrio imperial y a su sobrino Calígula para no aburrirse. La Villa Jovis ocupa el promontorio oriental de la isla, frente a la Punta della Campanella. La estructura del complejo se adapta a la naturaleza del suelo aprovechando los desniveles y formando terrazas con precipicios sobre el mar. Tiberio escogió la isla como sede estable para el último periodo de su vida, del 27 al 37 d.C.

La gran instalación de las Cisternas era el centro del complejo imperial, en torno a ellas se disponían los demás sectores: al sur las Termas, al oeste el barrio de la servidumbre, al norte y al este el barrio Imperial. En las cisternas se recogía el agua de lluvia, estaban intercomunicadas y según las exigencias, podían activarse o vaciarse. También hay un observatorio para Trasillo, el astrólogo de Tiberio y una torre de vigilancia desde donde se transmitían y recibían mensajes.

Para terminar el día, un paseo por la calle de las tiendas. Se nota el dinero, grandes tiendas de marcas, joyerías, restaurantes exclusivos… Nos despedimos de los curiosos taxis sin techo y con toldo. Y un último adiós a las gaviotas, cogemos el barco de vuelta a Nápoles, nos habría gustado estar más tiempo en Capri.